domingo, 16 de enero de 2011

NUESTRA CIENCIA NECESITA ALGO MAS (Diego Hurtado, Profesor UNSAM, CONICET, Argentina)

La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva a fines de 2007, junto con el nombramiento de un científico como ministro, a la vez que un paso estratégico, tuvo un sentido simbólico crucial: el reconocimiento de que la producción de conocimiento debe estar en la primera línea de la política nacional. Durante su primer medio año, el nuevo ministerio atravesó un período de organización. Pasado este primer estadio, el problema ahora es comenzar a diseñar las líneas maestras de una política .

El campo de fuerzas es complejo. Ante todo, no hay una comunidad científica que se conciba a sí misma como actor político. Por el contrario, hoy la comunidad científica argentina es "un animal de cien cabezas". Es clave que el Ministerio pueda contar con este interlocutor. De lo contrario, las opciones son el autismo o el corporativismo; es decir, no consensuar o elegir una, tres o cinco de estas cien cabezas.

El nuevo ministerio podría ayudar a construir a este interlocutor "natural". Crear canales de articulación dentro del sistema científico, y de comunicación entre éste y el sector productivo puede ser un primer paso. Que hay que darle a la ciencia un lugar en la agenda social es tan cierto como abstracto. Aquí hay un problema grave. En ciencia y tecnología la dependencia es sistemática, pero sobre todo invisible. Hay una perspectiva que nos dice qué es hacer "ciencia de punta", ciencia prestigiosa.

A partir de esta representación, surgida de una agenda ajena a nuestra realidad de país pobre, se premia y se castiga a los científicos argentinos. Desde esa perspectiva, el camino fácil es cruzar "agenda social" con hightech. Suena bien, es ideológicamente futurista, promete modernidad. Por otro lado, los problemas socialmente prioritarios -salud, vivienda, educación, potabilización y distribución de agua, electricidad a pequeñas comunidades, etc.- parecen requerir algo diferente. Este es el tema de fondo, el rostro de la medusa que pocos en América latina se animan a mirar.

La ciencia local competitiva mantiene una dependencia estructural con instituciones de países avanzados. Esto hace que los criterios de calidad y competitividad queden desconectados de las necesidades propias. La ausencia histórica de políticas públicas robustas y de largo plazo reforzaron esta dependencia. El resultado concreto es una ciencia aislada, fragmentada y poco "útil".

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